Cariño que el aroma de un beso tuyo sentí una vez. Quizá tu perfume, tu aliento, o el aire que empujaron tus párpados al cerrarse. Partículas que viajaron de nariz a cerebro alterando el orden de los impulsos, -más bien acelerándolos- chocando neuronas con neuronas y explotando en corrientes eléctricas que derivaron en incurables adicciones al aroma, al beso, al perfume, a las partículas y explosiones.
Luego, en todo eso, extraje una palabra del anagrama. Formé amor con aroma y volví a utilizar mi boca para atraerte. Tus ojos hicieron lo suyo en lo mío.
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