lunes, 18 de enero de 2010

sin título

quién pudiera edulcorar la sustancia
que nos mantiene tontos
gritándonos palabras
ajustados a los niveles de ruido
intolerantes
aguzados por las insoportables temperaturas
y los monumentos inesperados
en cualquier lugar, en todos los lugares
aparecen ellos-
para fraguar el fin de semana-
para disolver ese amor aroma que envía algún cuerpo
-baronesa encantada en mi reino padre
abrazo efervescente contagioso que te doy-
que me miro en tus lágrimas
que me lloro a mi mismo
que me canso
que me tiro en la cama absorto
y te ignoro a través tuyo
en las horas desperdiciadas en este juego fútil
desesperado
loca anatomía del aire que se transforma
y de repente recibo el amor
que ellos retuvieron
lo recibo en cantidades y lo filtro
y lo exporto y lo consumo
no manejándolo,
no controlándolo,
pero abasteciéndome y conservándolo
enterrándome hasta el primer dolor pasado
olvidando qué es el dolor y el tiempo
apagándome dulcemente hasta sentir labios y manos
en una misma dirección
llevándome las estrellas conmigo
comprendiendo el firmamento
estrechándome contra toda pared
agrandándome hasta recibir el golpe
la explosión, el calor
entendiéndote como emperatriz
con el objetivo de
con la sangre de
con la fuerza de
o negándome a caer a todo suelo
a toda verdad
superándome y encendiéndome de nuevo

tonto,
pero esta vez atravesado.